Las nuevas tecnologías son un hecho imparable ya que brindan importantes y variados beneficios a quienes las utilizan. Sin embargo tienen efectos secundarios perjudiciales sobre nuestro sistema social. Entre ellos, el fraccionar y separar más las distancias económicas y culturales entre los sectores integrados en el desarrollo tecnológico y la población excluida de dicho desarrollo.
Es un hecho real que la tecnología es un nuevo factor de desigualdad social debido a que está empezando a provocar una mayor separación y distancia cultural entre aquellos sectores de la población que tienen acceso a las mismas y quienes no. Fenómeno que desde una ética democrática y progresista resulta a todas luces cuestionable y preocupante. Está generando un nuevo tipo de analfabetismo que consiste en la incapacidad para el acceso a la cultura vehiculada a través de nuevas tecnologías. De este modo, se hace imprescindible la necesidad de articular un conjunto de medidas o acciones educativas desde los poderes públicos de modo que se facilite el acceso y formación en las nuevas tecnologías a la mayor parte de la población.
En una sociedad como la nuestra que se proclama democrática la exclusión o marginación de cualquier grupo social es un fenómeno que se considera contradictorio con el propio concepto de democracia y de justicia social.
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